Una reflexión sobre la dependencia en terapia.
- El Equipo de Café Terapia
- 29 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 9 ago
Por Voces de Café

Cuando el vínculo encierra
La palabra “dependencia” incomoda. Su sola mención parece señalar una fragilidad, una falta de autonomía, una especie de rendición. Y sin embargo, todos —en algún momento— hemos estado ahí: aferrándonos a alguien, a algo, a una idea que nos daba sentido, aunque también nos quitara libertad.
En el mundo de la terapia, hablar de dependencia es hablar de un riesgo silencioso. ¿Qué pasa cuando el vínculo terapéutico, en lugar de ayudarnos a crecer, nos deja atrapados?
El deseo de ser salvado
Muchos llegan a terapia desde el dolor, desde el vacío, desde la urgencia. En esos momentos, es natural que el terapeuta se perciba como figura de saber, de calma, de guía. Pero cuando esa imagen se absolutiza, el paciente puede empezar a sentir que sin esa persona no puede avanzar, decidir o existir plenamente.
Y ahí empieza algo sutil: una fidelidad malentendida, un temor a cuestionar, una sensación de que sin ese “otro” no hay salvación posible.
Kierkegaard y el vértigo de la libertad
El filósofo danés Søren Kierkegaard escribió que “la angustia es el vértigo de la libertad”. Esa frase ilumina algo clave: la libertad duele. Tomar decisiones, hacerse cargo, dejar atrás, enfrentarse a uno mismo… todo eso da vértigo. Por eso, muchas veces preferimos depender: no porque seamos débiles, sino porque es más fácil ceder que sostenernos.
En ese sentido, la dependencia no es solo un problema emocional. Es una evasión filosófica: una renuncia al ejercicio de la propia existencia.
¿Qué hace la buena terapia?
Una terapia verdaderamente transformadora no genera dependencia, sino presencia. No te pide fidelidad, te invita a construir criterio. No te encierra en la palabra del terapeuta, te ayuda a encontrar la tuya.
Un buen terapeuta no se ubica por encima, sino a la par. No da respuestas mágicas, sino que acompaña la construcción de nuevas preguntas. La relación terapéutica sana es la que ayuda a recuperar autonomía, no a delegarla.
Amar sin poseer, acompañar sin retener
Lo mismo que aplica al amor, aplica a la terapia: no se trata de retener, sino de acompañar. No se trata de generar necesidad, sino de ofrecer herramientas para que el otro se sienta capaz de caminar por sí mismo.
Porque lo más valioso que puede hacer un terapeuta no es que lo necesites para siempre… sino que, algún día, puedas despedirte con gratitud y seguir caminando con tu propia voz.
💬 Gracias por traer esa palabra: “dependencia”. Es incómoda, pero necesaria. Porque sí, a veces las relaciones —incluida la terapia— pueden transformarse en vínculos de necesidad, de idealización, de espera eterna de que otro nos salve. Y eso, lejos de sanar, puede reforzar la herida".